jueves, 25 de febrero de 2010

LA MARAVILLA DEL COMIENZO



En  uno de los libros de las Crónicas de Narnia de C. S. Lewis, Digory y Polly usan anillos especiales para ir a otros universos. En una ocasión, son transportados a un lugar donde presencian la creación de un nuevo mundo. En la oscuridad, una bella voz crea las estrellas por medio de su palabra, seguida de un amanecer recién creado. Con la llegada de la luz matutina, ven que la voz proviene de un misterioso león. En respuesta a su voz, el pasto se extiende como una alfombra, y los árboles crecen en un momento. Luego los animales comienzan a formarse desde el suelo. Cuando la creación de Narnia queda culminada, Aslan, su creador, le da el don del habla a los animales y celebra con sus criaturas.
El hábil uso del simbolismo cristiano por parte de Lewis ofrece una fresca perspectiva sobre la maravilla del comienzo de nuestro propio mundo. Hubo una época cuando nuestro universo no existía. No había materia, ni energía, ni tiempo. Luego, el Hijo de Dios creó por medio de Su palabra lo que ahora vemos (Juan 1:1-3). En respuesta a ello, la adoración angelica resonó desde los lugares celestiales. El libro de Job nos dice que en los cimientos de la tierra «cantaban juntas las estrellas del alba, y todos los hijos de Dios gritaban de gozo» (Job 38:4,7).
En una noche estrellada, la adoración que comenzó con los ángeles debe resonar en nuestros propios corazones para la gloria de Dios.

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