domingo, 9 de octubre de 2011

HOSPITALARIOS


En el Nuevo Testamento, la hospitalidad es un distintivo de la vida cristiana. Se enumera como una de las características de los líderes de la iglesia (1 Timoteo 3:2; Tito 1:8) y es un mandato para todo seguidor de Jesús, como una expresión de amor (Romanos 12:13: 1 Pedro 4:9). Pero su significado va más allá de que seamos anfitriones bondadosos o de que ofrezcamos nuestra casa a invitados.
La palabra griega traducida «hospitalidad» significa «amor a extraños». Cuando Pablo habla de estar «practicando la hospitalidad» (Romanos 12:13), está llamándonos a procurar relacionarnos con personas necesitadas. No es una tarea fácil.
El escritor Henrique Nouwen lo compara a alcanzar a aquellos con quienes nos cruzamos en el camino de la vida: personas que tal vez estén lejos de sus culturas, sus países, sus amigos, sus familiares o incluso de Dios. Nouwen escribe: «Por lo tanto, la hospitalidad se refiere primordialmente a la creación de un espacio libre donde el extraño pueda entrar y convertirse en amigo en vez de enemigo. La hospitalidad no debe cambiar a las personas, sino ofrecerles un lugar donde pueda producirse un cambio».
Ya sea que habitemos en una casa, en un departamento, en una celda de la cárcel o en un cuarto de vecindad, podemos dar la bienvenida a otros, como una forma de demostrar nuestro amor a ellos y a Cristo. Hospitalidad es hacer lugar a los necesitados.

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