Es asombroso que la gente siga creyendo todavía. Las
afirmaciones de los anunciantes (sin dejar de mencionar las de los políticos)
son puro cuento. Lo que dicen podría tener algo de verdad, pero lo que se dice
a voces en los anuncios de TV o en las botellas y las cajas es tan exagerado,
que todo el mundo sabe que es un invento. Los consumidores no escuchan los
anuncios y apenas prestan atención a los empaques. Ya lo han escuchado todo y
no creen nada.
Una mañana leí estas afirmaciones en mi frasco de shampoo:
«humectante» (claro, estás usando H2O), fórmula botánica avanzada (¿botánica? ¿Avanzada
de qué?), emolientes naturales (¿cómo?) y puras aguas glaciales suizas (¿acaso
Suiza tiene glaciales?) para producir «un cabello simplemente asombroso y
hermoso» (igual que lo que dicen hacer todos los demás shampoos).
Luego escuche a los candidatos políticos prometiendo
terminar con la violencia, combatir el narcotráfico (perdón ¿sin violencia?
Si los
malos traen armas ¿Qué van a traer los policías? ¿Flores? ) Prometen cambios,
pero no continuidad de los programas que han ayudado a los necesitados (para no
reconocer que se hizo algo bueno).
En medio de todo el ruido y las maniobras, no es de extrañar
que sea difícil que la gente escuche el evangelio. La mayoría ha escuchado
tantas afirmaciones de tantas fuentes diferentes que ofrecen tantas cosas de
tantas maneras, que no escuchan. Pero el evangelio no es sólo buenas nuevas;
¡son las mejores nuevas que se hayan escuchado jamás!
Entonces, ¿qué hacemos para que la gente escéptica y endurecida
escuche sobre Jesús? Diles la verdad sobre Él. No exageres (2
Corintios 4:2). Evita los clichés. No hagas promesas fabulosas que la
Biblia no hace. Y sobre todo, muéstrales con tu vida feliz y santa que tus
creencias realmente dan resultado. Ese es el tipo de testimonio que nadie puede
rehusar.
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