Cuando las preocupaciones de la vida nos abruman, podría
parecer más fácil desear la muerte que enfrentar la lucha. Si usted está
pasándola mal y tratando de encontrar una salida, por favor, siga leyendo, ¡por
cuanto hay esperanza para usted!
Dios conoce su dolor. Sabe de sus dudas y temores. Sabe que
usted tiene dificultades y que incluso lo cuestiona.
Un seguidor de Cristo llamado Pablo (quien escribió gran
parte del Nuevo Testamento de la Biblia) también luchó con las circunstancias
al punto de perder la esperanza. En 2 Corintios 1 dijo a la
iglesia de Corinto que había sufrido grandemente mientras estuvo en Asia. Dijo
que él y un amigo llamado Timoteo fueron «abrumados sobremanera más allá de nuestras
fuerzas, de tal modo que
aun perdimos la esperanza de conservar la vida» (v. 8). ¡Pablo también se sintió desesperado!
aun perdimos la esperanza de conservar la vida» (v. 8). ¡Pablo también se sintió desesperado!
Pero la historia no termina allí. Él continuó diciendo «para
que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos»
(v.
9). Esta lucha emocional, esta desesperanza que Pablo sintió, hizo que él
confiara aún más en Dios. Vio con mayor claridad cuánto necesitaba a Dios a
través de este mal momento en su vida.
Puede que usted no se encuentre en la situación en que se
encontraba Pablo cuando escribió dichas palabras. Puede que usted se encuentre
en medio de una tormenta y que se esté preguntando si logrará salir de ella.
Puede que incluso esté cuestionando la presencia de Dios en su vida. Sin
embargo, su historia, como la de Pablo, no tiene que terminar en desesperación.
Es en medio de los momentos más desesperados de su vida cuando usted puede
invocar al Señor y cuando Él lo escuchará.
¿Es posible que en vez de extender sus manos hacia el Señor
haya estado usando sustitutos para Dios, a fin de evitar cuidar de sus verdaderas
necesidades? La mayoría de nosotros hacemos eso de vez en cuando. Encontramos
formas creativas de ahogar nuestras penas y calmar nuestro dolor. A menudo
somos tentados a usar las relaciones sexuales, la comida, el materialismo, las
drogas, el alcohol, las compras… cualquier cosa, para tratar de eliminar el
dolor. Cuando nada parece dar resultado puede surgir la depresión. Algunas
veces, la depresión es una decisión interna de cerrarse y negarse a lidiar con
las luchas difíciles de la vida. Este tipo de depresión generalmente resulta de
una serie de intentos fallidos de lidiar con algunas circunstancias dolorosas o
relaciones difíciles de nuestra vida. Los sentimientos de una persona deprimida
a menudo se expresan de esta manera: «No importa cuánto me esfuerce, no tengo
el poder para cambiar las cosas que tienen el mayor significado para mí.
¡Renuncio! Nada da resultado. ¡Me rindo!» Es en este momento cuando algunos
piensan en terminar con su vida. Usted no el único que se siente de esa manera.
Entonces, ¿cómo lidiamos con estos momentos profundamente
dolorosos y atemorizantes? Creo que es admitiendo que hemos tocado fondo y que
no podemos lograr salir por nuestra cuenta. Dios nos consolará en nuestro
dolor, en nuestro pesar y en nuestras decepciones. Se revelará a nosotros y nos
mostrará misericordia (Mateo
5:4,6).
Puede que algunas experiencias en su vida lo hagan dudar
antes de extender las manos al Señor en busca de ayuda. Pero si le confía a
Dios su dolor, Él puede comenzar a mostrarle que usted tiene propósito e
importancia. Usted fue creado para un propósito más elevado, el cual es adorar
a su Creador y encontrar esperanza y fortaleza en Él.
Si sigue luchando con pensamientos suicidas, busque la ayuda
de algún consejero de experiencia, de su pastor o de algún amigo de confianza.
Puede que sus sentimientos no cambien de la noche a la mañana, pero usted podrá
comenzar a actuar por fe y a tomar decisiones que lo llevarán hacia una
perspectiva saludable de la vida.
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