En su popular libro Cartas a un diablo novato, C. S. Lewis
ofrece discernimiento cristiano sobre las maquinaciones del diablo. Se trata de
una serie de cartas que escribe el veterano demonio Escrutopo a su sobrino, un
demonio novato llamado Orugario. El viejo demonio le da consejos sobre
cómo ayudar a engañar y corromper a su "paciente" (un humano
que tiene a su cargo para tentarle, de forma que peque y acabe en el infierno).En
esta carta (la no. 8), Escrutopo explica al demonio joven por qué cree él que
Dios a veces quita de sus hijos toda conciencia de Su presencia.
Él (Dios) los inicia con comunicaciones de Su presencia que,
aunque débiles, a ellos les parecen fantásticas, con dulzura emocional y fácil
victoria sobre la tentación. Pero nunca permite que esta situación se prolongue
mucho tiempo. Tarde o temprano retira, si no de hecho, al menos de la
experiencia consciente de ellos, todos esos apoyos e incentivos. Deja a la
criatura para que se
sostenga por sí sola, para que lleve a cabo de su voluntad
solamente, las tareas que han perdido todo el gusto.
Es en esos períodos, mucho más que durante los momentos
culminantes, que la criatura crece hacia lo que Él quiere que sean. De ahí que
las oraciones hechas en el estado de sequedad son las que más le agradan.
Podemos arrastrar a nuestros pacientes tentándolos
continuamente, porque lo que queremos es su muerte, y mientras más se
interfiere con su voluntad, mejor. Él no los puede «tentar» a la virtud como
nosotros los tentamos al vicio. Él quiere que aprendan a caminar y por tanto
debe retirar Su mano; y si solamente existe la voluntad de andar, a Él le
agradan hasta los tropiezos de ellos. No te engañes novato. Nuestra causa nunca
peligra tanto como cuando un humano, que ya no lo desea pero que todavía lo
intenta, hace la voluntad de nuestro Enemigo, mira alrededor en todo el
universo del cual parece haber desaparecido todo rastro de Él, pregunta por qué
ha sido abandonado, y aun así obedece.
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