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Para sorpresa de todos, alguien se puso de pie y se unió al canto, y después otro y otro más. Al poco tiempo, el lugar resonaba con los inolvidables acordes de esta obra maestra de la música. Una empresa local de ópera había ubicado a sus cantantes en lugares estratégicos, para que pudieran interpolar con gozo la gloria de Dios en la vida diaria de los compradores.
Cada vez que miro el video, se
me salen las lágrimas. Me recuerda que somos
específicamente llamados a glorificar al Señor en la cotidianidad de nuestro mundo mediante los bellos acordes de una vida de semejanza a Él. Lo hacemos al incorporar intencionalmente la gracia de Dios en una situación para que alguien que no lo merece tenga una segunda oportunidad, al compartir el amor de Cristo con algún necesitado, al ser las manos de Jesús para levantar a un amigo agotado o apaciguar una situación caótica y confusa.
específicamente llamados a glorificar al Señor en la cotidianidad de nuestro mundo mediante los bellos acordes de una vida de semejanza a Él. Lo hacemos al incorporar intencionalmente la gracia de Dios en una situación para que alguien que no lo merece tenga una segunda oportunidad, al compartir el amor de Cristo con algún necesitado, al ser las manos de Jesús para levantar a un amigo agotado o apaciguar una situación caótica y confusa.
El salmista nos recuerda que
tenemos el privilegio sublime y santo de declarar «entre las naciones su
gloria, en todos los pueblos sus maravillas» (Salmo
96:3).
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