jueves, 3 de octubre de 2013

SECUELAS

Un joven, que constantemente se metía en problemas, siempre pedía perdón a los padres cuando lo reprendían. A pesar del daño que les había hecho con su mal proceder, al poco tiempo volvía atrás y se portaba mal otra vez, porque sabía que lo perdonarían.
Un día al final, el padre lo llevó al garaje para hablar. Tomó un martillo y clavó un clavo en la pared. Luego le dijo a su hijo que tomara el martillo y sacara el clavo.
El muchacho se encogió de hombros, tomó el martillo y arrancó el clavo trayendo con el un poco de yeso.
—El perdón es así, hijo. Cuando haces algo malo, es como clavar un clavo. Perdonar es como sacar ese clavo.
—Claro— dijo el muchacho.
—Ahora toma el martillo y ¨saca¨ el agujero que hizo el clavo— agregó su padre.
—¡Es imposible!— dijo el joven. —No se puede sacar.

Como lo ilustra esta historia nuestros pecados pueden ser perdonados y limpiados, pero debemos afrontar las consecuencias. y lo comprueba la vida del rey David, el pecado acarrea consecuencias. Aunque David fue perdonado, el adulterio y el asesinato que cometió dejaron marcas, y desencadenaron problemas familiares (2 Samuel 12:10). Esta solemne verdad puede servir de advertencia para nuestra vida. La mejor manera de evitar las secuelas perjudiciales del pecado es vivir obedientes a Dios.

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