Es probable que conozcas la lista de los siete pecados capitales que se formuló en el siglo VI: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Pero quizá no sepas que la lista original compilada en el siglo IV también incluía el pecado de la tristeza. Con los años, este sentimiento desapareció del inventario.
Algunas personas son bendecidas con una disposición alegre; parece que siempre están contentas. Muestran una sonrisa constante, como si promocionaran una pasta dental. Sin embargo, hay otras que parecen sufrir de tristeza crónica; se quejan constantemente de la vida y de sus pesares. Ahora bien, ¿alguien puede negar que las aflicciones desaniman?
Si bien reconocemos que no todas las personas son bendecidas con perspectivas brillantes en la vida, debemos recordar que el gozo es una de las dádivas que Jesús les prometió a Sus seguidores. «Nadie os quitará vuestro gozo» (Juan 16:22). Recuerda que el gozo es parte del fruto del Espíritu Santo que mora en los creyentes (Gálatas 5:22). Pidámosle a Dios que nos ayude a ver más allá de las circunstancias angustiantes y que estimule nuestro corazón con la visión del gozo que nos aguarda (Hebreos 12:2).
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