sábado, 11 de febrero de 2012

¡HAY ESPERANZA!


Cuando las preocupaciones de la vida nos abruman, podría parecer más fácil desear la muerte que enfrentar la lucha. Si usted está pasándola mal y tratando de encontrar una salida, por favor, siga leyendo, ¡por cuanto hay esperanza para usted!
Dios conoce su dolor. Sabe de sus dudas y temores. Sabe que usted tiene dificultades y que incluso lo cuestiona.
Un seguidor de Cristo llamado Pablo (quien escribió gran parte del Nuevo Testamento de la Biblia) también luchó con las circunstancias al punto de perder la esperanza. En 2 Corintios 1 dijo a la iglesia de Corinto que había sufrido grandemente mientras estuvo en Asia. Dijo que él y un amigo llamado Timoteo fueron «abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que
aun perdimos la esperanza de conservar la vida» (v. 8). ¡Pablo también se sintió desesperado!
Pero la historia no termina allí. Él continuó diciendo «para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos» (v. 9). Esta lucha emocional, esta desesperanza que Pablo sintió, hizo que él confiara aún más en Dios. Vio con mayor claridad cuánto necesitaba a Dios a través de este mal momento en su vida.
Puede que usted no se encuentre en la situación en que se encontraba Pablo cuando escribió dichas palabras. Puede que usted se encuentre en medio de una tormenta y que se esté preguntando si logrará salir de ella. Puede que incluso esté cuestionando la presencia de Dios en su vida. Sin embargo, su historia, como la de Pablo, no tiene que terminar en desesperación. Es en medio de los momentos más desesperados de su vida cuando usted puede invocar al Señor y cuando Él lo escuchará.
¿Es posible que en vez de extender sus manos hacia el Señor haya estado usando sustitutos para Dios, a fin de evitar cuidar de sus verdaderas necesidades? La mayoría de nosotros hacemos eso de vez en cuando. Encontramos formas creativas de ahogar nuestras penas y calmar nuestro dolor. A menudo somos tentados a usar las relaciones sexuales, la comida, el materialismo, las drogas, el alcohol, las compras… cualquier cosa, para tratar de eliminar el dolor. Cuando nada parece dar resultado puede surgir la depresión. Algunas veces, la depresión es una decisión interna de cerrarse y negarse a lidiar con las luchas difíciles de la vida. Este tipo de depresión generalmente resulta de una serie de intentos fallidos de lidiar con algunas circunstancias dolorosas o relaciones difíciles de nuestra vida. Los sentimientos de una persona deprimida a menudo se expresan de esta manera: «No importa cuánto me esfuerce, no tengo el poder para cambiar las cosas que tienen el mayor significado para mí. ¡Renuncio! Nada da resultado. ¡Me rindo!» Es en este momento cuando algunos piensan en terminar con su vida. Usted no el único que se siente de esa manera.
Entonces, ¿cómo lidiamos con estos momentos profundamente dolorosos y atemorizantes? Creo que es admitiendo que hemos tocado fondo y que no podemos lograr salir por nuestra cuenta. Dios nos consolará en nuestro dolor, en nuestro pesar y en nuestras decepciones. Se revelará a nosotros y nos mostrará misericordia (Mateo 5:4,6).
Puede que algunas experiencias en su vida lo hagan dudar antes de extender las manos al Señor en busca de ayuda. Pero si le confía a Dios su dolor, Él puede comenzar a mostrarle que usted tiene propósito e importancia. Usted fue creado para un propósito más elevado, el cual es adorar a su Creador y encontrar esperanza y fortaleza en Él.
Si sigue luchando con pensamientos suicidas, busque la ayuda de algún consejero de experiencia, de su pastor o de algún amigo de confianza. Puede que sus sentimientos no cambien de la noche a la mañana, pero usted podrá comenzar a actuar por fe y a tomar decisiones que lo llevarán hacia una perspectiva saludable de la vida.

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