Cuando los investigadores locales de incendios buscaron en medio de las cenizas del apartamento, hicieron un triste descubrimiento. Las dos jóvenes que murieron cuando las llamas arrasaron con su casa habían desactivado el detector de humo. Si hubiera estado conectado, probablemente no habrían muerto.
Pero habían celebrado una fiesta en su casa la noche antes del incendio y las mujeres habían desconectado el detector para que no sonara. Ese sencillo acto, el cual no parecía tener importancia, les costó la vida a las dos mujeres.
Hechos 5 cuenta la historia de otras dos personas que murieron debido a que desactivaron un «sistema de advertencia». De seguro que Ananías y Safira percibieron el apremio del Espíritu Santo de que estaban haciendo algo malo cuando mintieron acerca del dinero que habían dado a la iglesia. Pero al igual que las personas de la fiesta, que no querían que el sonido de un detector de humo les interrumpiera la diversión, Ananías y Safira deben haber «apagado» la advertencia del Espíritu ignorándola. O tal vez pensaron que habían satisfecho al Espíritu racionalizando: «El dinero que traemos beneficiará a otros, por tanto, ¿qué importa si mentimos al respecto?» Pueden haber racionalizado muchas veces antes y ver que no sucedía nada, por eso, ¿por qué detenerse entonces? Pero la paciencia de Dios llegó a su fin y ambos perdieron la vida.
No recibimos al Espíritu Santo para que nos molestara como molesta un detector de humo muy sensible en una fiesta. Cuando El Espíritu Santo nos redargulle trayendo a nuestra mente un principio de su Palabra, ¡es asunto serio! Son su amor y su sabiduría en acción.
Vale la pena escuchar sus advertencias. Está allí para protegernos y puede impedir que nos quememos con el pecado.
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