¿Has conducido alguna vez 160 kilómetros para ver a un amigo? Tal vez estés visitando a algunos familiares en una ciudad, y un viejo amigo vive sólo a 80 kilómetros de allí. Vale la pena gastar tanto la gasolina como el tiempo para ir a verlo.
Supón que tuvieras que caminar los 160 kilómetros ida y vuelta. ¿Lo harías? Mateo 15:21-28 nos dice que Jesús se desvió 160 kilómetros de su ruta. ¿Para qué? para sanar a la hija de una mujer gentil.
Lee Mateo 15:21: «Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.» «Allí» era el mar de Galilea. Tiro y Sidón —nada menos que ciudades gentiles— estaban en Siria y Fenicia, un área pagana a 80 kilómetros al noroeste.
Mientras estaba allí, Jesús trató de que nadie lo supiera (Marcos 7:24). Pero una mujer gentil clamó a Él, suplicándole que sanara a su hija. Jesús guardó silencio, dándoles a los discípulos una oportunidad de manejar el problema. Y ellos lo echaron todo a perder. ¿Su solución? «Despídela» (Mateo 15:23).
Finalmente Jesús la ayudó, después de un interesante diálogo que sacó a relucir que Su misión era primordialmente a los judíos, pero con bendiciones suficientes para todos, incluso los gentiles. Una familia no judía se benefició de la única sanidad que se registra hizo en esa área.
¿No es eso típico de nuestro Señor? Desviarse mucho de su camino para bendecir a una mujer de fe.
Todo cristiano puede compartir una bendición como esa ¡y ser parte de ella! Vale la pena un esfuerzo extra.
Señor, dirige mis pasos para que pueda llegar a la gente que necesita conocerte .
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