
En los últimos años, la forma de hablar de la gente se ha degradado, pero nosotros no tenemos que adaptarnos a eso. Al esforzarnos para tener «cuidado de nuestra manera de hablar» (Ecl 5:6 ), deberíamos pensar en cómo honrar a Dios con nuestras palabras.
Agradamos al Señor con nuestra lengua cuando demostramos buen criterio. «El que refrena sus labios es prudente», nos recuerda Proverbios 10:19. Cuando hablamos, tenemos que filtrar las palabras que salen de nuestra boca: «El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias» (Proverbios 21:23).
Es importante emplear palabras agradables y positivas, incluso para referirse a temas complicados. «La palabra áspera hace subir el furor», pero «la lengua de los sabios adornará la sabiduría» (Proverbios 15:1-2).
Por último, debemos evitar las palabras que den una imagen pobre de nuestra posición como hijos de Dios. La exhortación de Pablo, «ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca» (Efe.4:29), establece un patrón estricto para el uso correcto del vocabulario.
Para honrar al Señor en cada área de la vida, utiliza palabras que sean agradables y aceptables para un Dios santo.
Lo que decimos revela lo que somos (Mateo12:34).
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