jueves, 1 de septiembre de 2011

PROMESAS SOLO PROMESAS


En estos meses por mi tierra es temporada de selección de candidatos de los partidos políticos y al igual que algunos “Cristianos” suelen prometer y prometer. Cuando la gente dice suspirando: «Promesas, promesas», suele ser porque se ha desilusionado de alguien que no cumplió con su palabra. Cuanto más sucede esto, mayor es la tristeza y más profundo el suspiro.
¿Alguna vez te pareció que Dios no cumple Sus promesas? Con el tiempo, esta actitud puede instalarse de manera sutil.
Después que Dios le prometió a Abraham: «Haré de ti una nación grande» (Génesis 12:2), pasaron 25 años antes del nacimiento de su hijo Isaac (21:5). Durante ese período, Abraham cuestionó al Señor porque ese hijo no llegaba (15:2). Tal es así, que recurrió a ser padre a través de la sierva de su esposa (16:15).
De todos modos, en medio de esos altibajos, Dios continuaba recordándole que había prometido darle un hijo y, entre tanto, lo instaba a seguirlo fielmente y a creer en Él (17:1-2).
Cuando reclamamos alguna de las promesas que el Señor hace en la Biblia, ya sea de darnos paz mental, coraje o provisión para suplir nuestras necesidades, nos estamos colocando en Sus manos y ajustando a Sus plazos. Mientras esperamos, puede parecer que el Señor se ha olvidado de nosotros; sin embargo, la confianza se aferra a la realidad de que, cuando nos apoyamos en Sus promesas, Él permanece fiel. La seguridad está en nuestro corazón, y el tiempo, en Sus manos.
Con respecto a las promesas de los hombres nos dice el profeta Jeremías (17:5) <<… maldito el varón que confía el el hombre…>>
Y tú ¿cumples tus promesas?

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