martes, 13 de julio de 2010

A SU NOMBRE GLORIA

El Rey Herodes, vestido con su ropa real, entregó un discurso a un público ansioso por ganar su favor. Él obtuvo como respuesta halagadora un gritó de la multitud. "¡Voz de Dios, y no de hombre!" (Hch. 12: 22). El temor y asombro de un Dios verdadero deberían de haberle llevado a protestar, pero no lo hizo. “Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hch.12:23). Sufrió una muerte atroz debido a su falta de reverencia por Dios.


Pablo y Bernabé, por otra parte, hacían una gran reverencia a Dios, cuando ellos se llenaron de indignación ante la idea de ser adorados (hechos 14: 14 - 15). La gente al ver al apóstol Pablo curar milagrosamente a un hombre cojo de nacimiento, los espectadores gritaban, "Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros." A continuación, se dispusieron a ofrecer sacrificios a Pablo y Bernabé (Hch.14:11-13). Cuando los Apóstoles oyeron esto, "rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto?'" (vv.14-15). En estos relatos bíblicos contrastantes, vemos un llamamiento solemne para dar la reverencia a Dios en nuestro mundo irreverente. Él es el único que es digno de honor, Gloria y alabanza. Él es el único que merece nuestro culto.

“La gloria, SEÑOR, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad” — Salmo 115:1 (NVI)

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