domingo, 5 de septiembre de 2010

SIGUEME

Una sola palabra. Eso fue todo lo que se necesitó para cambiar el futuro de un hombre cuyo propósito en la vida era conseguir dinero de cualquier manera posible.
El nombre de aquel hombre era Leví , y su trabajo era cobrar los impuestos a la gente. Mucho antes de que la oficina de Rentas Internas decidiera hacer las cosas más fáciles para la gente, Mateo, como lo conocían algunos, se sabía todos los trucos maliciosos que había para sacar dinero a las personas trabajadoras. Siempre obtenía lo que el detestable gobierno decía que debía obtener… y luego obtenía más para él. Su vida consistía en obtener dinero y luego obtener las cosas que el dinero podía comprar.

Imagínate lo que pasó por su mente cuando una persona, que cada vez se hacía más famosa, llegó caminando hasta su banco de tributos y dijo una palabra que le hizo contemplar su futuro. Una palabra que hizo que Leví se preguntara si podría dejar todo ese dinero, abandonar todos los beneficios de una riqueza mal habida, y renunciar a todas sus relaciones con compinches que se sentaban con él en el lado deshonesto del escritorio.
Leví tomó una decisión inmediata. Obedeció la palabra del maestro que lo visitó, se levantó de su escritorio, dejó todo atrás, y lo siguió. Esa palabra todavía se nos ofrece hoy a ti y a mí, y todavía la ofrece la misma Persona. De la misma forma en que Jesús se acercó a Mateo y dijo: ¡Sígueme!, nos está llamando a nosotros para que lo sigamos. Él quiere que lo hagamos más importante que hacernos ricos, con todas las cosas buenas que van con ello. Quiere que lo hagamos Señor de nuestras vidas. Leví contestó inmediatamente y se convirtió en un discípulo en quien se podía confiar. Me pregunto qué hará Dios con nosotros cuando decidamos seguirlo como hizo Leví: sin hacer preguntas.

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