En Hechos 17, Pablo fue a la Colina de Marte para declarar la verdad de la resurrección. Muchos de los oyentes reunidos allí no tenían inquietudes espirituales. Lucas, quien escribió el libro de los Hechos, registra que estas personas pasaban sus días simplemente queriendo deliberar acerca de las últimas ideas nuevas, con muy poco interés en actuar en base a lo que aprendían (v. 21).
Demasiada información puede ser peligrosa. Todas las ideas pueden mezclarse en una masa sin forma y hacerse incoherentes, y el conocimiento que adquiramos de ellas no causará cambio alguno en nosotros.
Siglos atrás, el historiador Plutarco advirtió del peligro de vivir a un nivel basado en la pura información. Sabiamente dijo: «La mente no es un vaso que se ha de llenar, sino un fuego que se ha de encender».
Los seguidores de Cristo en el camino a Emaús habrían estado de acuerdo (Lucas 24). Al lamentar la muerte de Jesús, el Cristo resucitado en persona se les unió pero escondió Su identidad. Comenzó a instruirlos sobre las antiguas profecías de aquellos eventos que se encontraban por todo el Antiguo Testamento. Más tarde ese mismo día, Cristo se les reveló y luego partió.
Luego de la partida de Jesús, ellos se maravillaron ante lo que habían oído. Las cosas que Él les enseñó no fueron hechos estériles, sino un fuego que encendió sus corazones con devoción por Él. Confiemos de la misma manera en el Pastor de nuestras almas para que Él encienda nuestros corazones mientras crecemos en Su Palabra.
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