
Estas profundas reflexiones nos ayudan a entender por qué Pablo escribió con urgencia «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.» (Efesios 4:31-32). Pablo sabía que un espíritu de perdón era esencial para la supervivencia espiritual de los efesios. Su llamado se basaba en el perdón a ellos por parte de Dios.
El perdón no es olvidar, disculpar, o dejar de lado las cosas. En lugar de ello, el perdón rompe el ciclo de venganza y crea una nueva posibilidad de paz liberándonos del pasado doloroso. Perdonar es el trabajo más duro del amor, y su riesgo más grande. Perdonar es vivir al ritmo del corazón perdonador de Dios. Es llegar a la cúspide mas alta de la montaña del amor. Perdonar es romper las cadenas que te mantenían prisionero en un calabozo de amargura. Perdonar es recuperar tu libertad.
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