Cuando nosotros o alguien a quien amamos ha sido herido, posiblemente nos lleguen pensamientos de venganza y dominen nuestras mentes. Pero nunca podremos «desquitarnos.» El Dr. Lewis Smedes, profesor de teología, escribió sobre el perdón en su libro Forgive and Forget (Perdona y Olvida), diciendo: «La venganza nunca iguala el puntaje, por cuanto las personas afectadas nunca llevan la puntuación de las injusticias con la misma matemática. El perdón es la única manera de detener el ciclo del dolor que se produce en nuestra memoria.»
Estas profundas reflexiones nos ayudan a entender por qué Pablo escribió con urgencia «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.» (Efesios 4:31-32). Pablo sabía que un espíritu de perdón era esencial para la supervivencia espiritual de los efesios. Su llamado se basaba en el perdón a ellos por parte de Dios.
El perdón no es olvidar, disculpar, o dejar de lado las cosas. En lugar de ello, el perdón rompe el ciclo de venganza y crea una nueva posibilidad de paz liberándonos del pasado doloroso. Perdonar es el trabajo más duro del amor, y su riesgo más grande. Perdonar es vivir al ritmo del corazón perdonador de Dios. Es llegar a la cúspide mas alta de la montaña del amor. Perdonar es romper las cadenas que te mantenían prisionero en un calabozo de amargura. Perdonar es recuperar tu libertad.
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