Nuestro patio (yarda) tiene varios árboles de mango muy
altos, así que, tenemos sol durante muy poco tiempo en el día. Pero como nos
encantan los tomates frescos, decidí intentar cultivarlos en algunos lugares soleados.
Las plantas empezaron a crecer de inmediato y con rapidez.
Yo estaba contentísimo… hasta que me di cuenta de que su veloz crecimiento se
debía al esfuerzo por alcanzar la limitada luz solar. Cuando comprendí lo que
pasaba, los tallos ya eran demasiado pesados para mantenerse erguidos.
Entonces, busqué unas estacas, los levanté cuidadosamente y los sujeté para que
quedaran derechos. Aunque traté de hacerlo con cuidado, una de las ramas torcidas
se quebró cuando traté de enderezarla.
Esto me recuerda que la disciplina debe comenzar a aplicarse
antes de que el carácter ya esté torcido o doblado permanentemente.
El sacerdote Elí tenía dos hijos a los cuales no había
disciplinado. Cuando la maldad de ellos llegó a tal extremo que él ya no pudo
ignorarla, trató de reprenderlos con delicadeza (1
Samuel 2:24-25), pero era demasiado tarde.
Entonces, Dios anunció las nefastas consecuencias: «… que él sabe; porque sus
hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado» (3:13).
Cuando nos enderezan, duele; pero si no se corrigen nuestras
torceduras, a la larga dolerá más.
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