Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores: Aunque no tenía pecado, intercedió por
quienes lo estaban crucificando: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen» (Lucas
23:34).
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: Frente
a los insultos, el hambre y el miedo, Jesús venció a nuestro enemigo al
resistir toda tentación de no confiar en Su Padre, incluso cuando murió en la
cruz (Mateo
4:1-11).
Entonces, al combinar todos los elementos de la oración de
Jesús, entendemos cómo pedir en Su nombre.
Hay que admitir que esto podría hacer que oráramos de
maneras que, al principio, podría parecer más general de lo que estamos
acostumbrados. Pero ¿qué podría agradar más a nuestro Dios que expresar nuestro
deseo de glorificar Su nombre en toda circunstancia, solicitar que se haga Su
voluntad cuando enfrentamos nuestros peores miedos, rogar Su provisión cada día
suplicar Su perdón mientras mostramos misericordia en todas nuestras relaciones
e implorar que nos libre de nuestro enemigo en cada momento de tentación?
Con el tiempo, podríamos aprender que orar así realmente nos
permitirá concentrarnos en los «qué» que sabemos que están arraigados en lo más
profundo de Su corazón. Con el tiempo, seríamos capaces de descubrir de verdad
que confiamos más en nuestras peticiones al aprender a dejar en Sus manos los
«cómo» y los «cuándo» de Sus respuestas.
Con una conciencia renovada del significado de la oración en
el nombre de Jesús, podemos unirnos para decir:
Padre celestial, ayúdanos a usar el nombre de tu Hijo no
solo para entrar agradecidos a tu presencia, sino también para solicitarte lo
que nos enseñaste a pedir: tu gloria, el bien de tu Hijo y nuestro gozo.
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