¿Qué hay en un nombre? En Oriente Medio, en la
antigüedad, los nombres solían elegirse más por su significado que por su
sonido o popularidad. En ese sentido, frecuentemente se consideraba un reflejo
del carácter de la persona.
En una cultura donde los nombres tenían tal significado, el
de Jesús, para los discípulos, implicaba más que el acceso al Padre. Cuando
dijo: «Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré», estaba dejando en claro
que, cuando nuestras peticiones están de acuerdo con Su corazón y Su voluntad,
Él nos da lo que queremos.
¿Cómo es pedir en el nombre de Jesús? La
respuesta se nos muestra en la oración modelo que actuó como espejo del corazón
de nuestro Señor.
Cuando los discípulos le pidieron al Maestro que les
enseñara a orar (Mateo 6; Lucas 11), les mostró cómo hacerlo en Su nombre y los
instruyó a decir:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre: Era el propósito más profundo del Hijo; nació para santificar el
nombre de Su Padre (Lucas
1:31-32).
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra: Como lo expresaron Sus primeras palabras
registradas, había venido para estar en los negocios de Su Padre (Lucas
2:49; Juan
5:30).
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy: Como
sabía lo que significaba estar sin alimentos ni refugio, el Hijo descansaba en
la facultad del Padre para proveerle (Mateo
4:4; 8:20;
Juan
4:32).
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