Por:Alberto Lee
Una vez, un poeta escribió: «En general, el ser humano es insensato.
Cuando hace calor, quiere frío; cuando hace frío, quiere calor. Siempre quiere
lo que no está».
¡Qué inteligente reflexión
sobre la naturaleza humana! Por eso, cuando leemos en Filipenses
4:11, «… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación», nos
preguntamos: ¿Será posible sentirse así?
Para Pablo lo era. Filipenses
4:12-13 describe la actitud del apóstol ante la vida: «Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así
para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para
padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. ». La comunión de
Pablo con Dios estaba por encima de lo que tuviera o de lo que le faltara. Su
contentamiento no dependía de las circunstancias, sino de su relación con
Cristo.
El apóstol nos recuerda que el contentamiento no se produce
de la noche a la mañana. Es algo que se aprende. A medida que nuestra relación
con Dios se desarrolla, con el tiempo y las experiencias, aprendemos a confiar
más en Él y menos en nosotros. Pablo sabía que Cristo le daría fuerzas para
perseverar en toda situación en que se encontrara (v. 13).
Cualesquiera que sean las circunstancias que enfrentes hoy,
mediante la oración podrás recibir la fortaleza necesaria para estar contento.
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