Sabemos que estamos envejeciendo cuando decimos cosas como:
«¿Puedes creer lo jóvenes que son esos jugadores profesionales de fútbol?». Y,
sin duda, es una señal de vejez cuando ya no preguntamos: «¿Cómo estás?», sino
que decimos como sorprendidos: «Oye, ¡qué bien te ves! Esperando que la otra
persona nos diga ¡tu también!».
Envejecer es inevitable. Lamentablemente, la sociedad nos
enseña a temer el paso de los años y a ocultar su realidad todo lo posible. Sin
embargo, la vejez puede ser algo maravilloso. Los seguidores de Jesús tienen la
capacidad de mejorar notoriamente con los años. Como expresó Pablo: «Aunque
este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se
renueva de día en día» (2
Corintios 4:16).
Así como hay señales físicas que revelan que nos estamos
poniendo viejos, también hay marcas que muestran una mejoría. En lugar de
volverse testarudos, intolerantes y odiosos, los seguidores de Cristo,
espiritualmente maduros, se tornan mejores para perdonar, amar y ocuparse de
los demás. Envejecer es una continuación del viaje que lleva a ser más como
Jesús, lo cual significa que, con el paso del tiempo, el corazón y las
actitudes deberían reflejar cada vez más el carácter convincente y los modales
atractivos de nuestro Salvador.
Entonces, mientras envejecemos, aprovechemos la oportunidad
de crecer espiritualmente y de parecernos más a Jesús. Nuestros amigos notarán
que, con los años, estaremos mejor.
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