
Las personas NO se vuelven irritables NI adquieren mal genio sólo porque envejecen. La edad no tiene que hacernos súper criticones ni malhumorados o maniáticos. No, lo más probable es que finalmente hemos llegado a ser aquello hacia lo que habíamos estado yendo todo el tiempo.
Pablo escribió: «Porque el que siembra para su propia carne . . . segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu . . . segará vida eterna» (Gálatas 6:8). Aquellos que se consienten en su interés personal y sólo piensan en ellos mismos están sembrando semillas que producirán una cosecha de sufrimiento para sí mismos y para los demás. Por otro lado, aquellos que aman a Dios y se preocupan por los demás están sembrando semillas que, con el tiempo, producirán una cosecha de gozo.
S. Lewis lo puso de este modo: «Cada vez que haces una elección estás convirtiendo la parte central de ti, la parte de ti que elige, en algo un poquito diferente a lo que era antes».
Podemos elegir someter nuestras voluntades a Dios cada día, pidiéndole que nos dé fuerza para vivir para Él y para los demás. A medida que Él obra dentro de nosotros, creceremos en gracia y en amabilidad.
Así que la pregunta que nos debemos hacer es: ¿Hacia dónde voy?