martes, 9 de marzo de 2010

LOS AÑOS PASAN



Recientemente, en mi trabajo secular, escuché a un hombre que  había atendido, susurrarle a su esposa: «Me llamó ‘Señor’ cuando estoy seguro de que es más viejo que yo». Desde que inicie mi vida laboral, mi costumbre a sido llamar a los varones a manera de atención, de 'señor' «¡a sus ordenes, señor!» .
Este gesto me ha sido de provecho, pero ahora tengo que pensarlo dos veces antes de usarlo. Al mirarme detenidamente al espejo, mis ojos me confirman que ya no soy la persona que mi mente recuerda.
Ser joven tiene muchas ventajas, pero con la edad viene el gozo de reflexionar en la fidelidad de Dios. David nos recuerda en Salmos 37: «Yo fui joven, ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado» (v.25).
Ahora que estoy rebasando los cincuenta años, reflexiono y me maravillo de cómo es que alguna vez pude pensar que Dios me hubiese abandonado. Sí, Él me ha permitido enfrentar lo que parecían ser dificultades insuperables, pero ahora sé que sólo fue para moldearme. Dios siempre me ha preservado y, cuando tropiezo, sé que «cuando caiga, no quedaré derribado, porque el Señor sostiene mi mano» (v.24).
Estamos haciéndonos más viejos todo el tiempo, pero también podemos volvernos más agradecidos por las muchas misericordias de Dios. Por encima de todo, estamos agradecidos de que ponga el amor de Su ley en nuestros corazones y guarde nuestros pasos de resbalar (v.31).

No hay comentarios.: