lunes, 22 de marzo de 2010

"La máquina del dolor" autor:Dennis Fisher

El Dr. Paul Brand, quien servía como medico misionero en la India, contó acerca de los leprosos que tenían deformidades terribles debido a que sus terminaciones nerviosas no podían sentir dolor. No dolía cuando pisaban el fuego o se cortaban el dedo con un cuchillo, así que dejaban sus heridas sin atender. Esto llevaba a la infección y la deformidad.
El Dr. Brand construyó una máquina que pitaba cuando entraba en contacto con el fuego u objetos cortantes. Actuaba como una señal de advertencia de herida ante la ausencia del dolor. Pronto, las máquinas se sujetaban a los dedos y los pies de los pacientes. Eso funcionaba hasta que éstos querían jugar baloncesto. Se quitaban las máquinas, y a menudo se volvían a herir sin saberlo.
Al igual que el dolor físico a nuestros cuerpos, nuestra conciencia nos alerta del daño espiritual. Pero el pecado habitual e impenitente puede adormecer la conciencia (1 Ti. 4:1-3). Para mantener una conciencia limpia, tenemos que responder al dolor de la culpa apropiada por medio de la confesión (1 Juan 1:9), el arrepentimiento (Hechos 26:20), y la restitución a los demás (Lucas 19:8). Pablo podía decir con confianza: «Yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres» (Hechos 24:16). Al igual que él, no debemos adormecernos ante el doloroso recordatorio de Dios del pecado sino permitir que produzca en nosotros un carácter piadoso.

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