Al menos una docena de multimillonarios se han dejado dinero a sí mismos con la esperanza de ser resucitados. Un diario de Estados Unidos informa que estos buscadores de la inmortalidad han hecho arreglos para que los congelen por medio de la criogenia después de la muerte. También han depositado su fortuna en «fideicomisos de reactivación personal», los cuales creen que estarán esperándoles cuando los científicos los resuciten en el futuro.
Aun si la resucitación fuese posible, buscar la vida eterna lejos de Aquel que es inmortal es buscar un sueño esquivo.
Pablo afirmó que sólo el Señor es la fuente de inmortalidad (1 Timoteo 6:16). Él es eterno en Su carácter y acciones. Sin embargo, para los seres humanos, la muerte es universal, inevitable y finalmente lleva a juicio (Hebreos 9:27). Todo esto es resultado de nuestro pecado, y sólo puede ser contrarrestado por la redención por medio de Jesucristo (Juan 3:15–16). Por medio de Su resurrección, Jesús quebró el poder de la muerte y le mostró a la humanidad el camino a la inmortalidad (2 Timoteo 1:10).
Nuestra respuesta a nuestra mortalidad no debe ser la de conservar nuestros cuerpos físicos por medio de la criogenia, sino la de estar listos para nuestra propia muerte recibiendo el regalo de la vida eterna en Jesús.
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