Cuando Jesús murió en la cruz, pagó por los pecados de la raza humana. Sin embargo, sólo aquellos que creen en Él pueden recibir Su amorosa provisión. El sacrificio de Cristo es suficiente para todos, pero es efectivo sólo para aquellos que ponen su confianza en Él.
Cuando el Señor Jesús fue colgado en la cruz, dos criminales fueron crucificados junto a Él. Uno de esos hombres está ahora en el lugar de los perdidos — con su muerte en el infierno sellada para siempre. El otro está con Cristo —con su lugar en el cielo asegurado para la eternidad. Sus actitudes contrastantes hacia el Hombre en la cruz del centro marcaron toda la diferencia.
Uno de los criminales recriminó al Señor con incredulidad. El otro clamó con fe: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino» (Lucas 23:42). A éste le dijo Jesús: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (v.43).
Todos estamos representados por alguno de estos dos hombres. O creemos en Cristo o lo rechazamos. Nuestro destino eterno depende de nuestra decisión. Jesús dijo de Sí mismo: «El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado» (Juan 3:18).
Este Viernes Santo, agradezcámosle a Jesús por pagar por nuestro pecado. Si no has confiado en Él, ¡hazlo hoy! Al morir en la cruz, Jesús se convirtió en el Gran Salvador.
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