
¿Es eso lo que sucede cuando exhalamos nuestro último suspiro y nuestras células cerebrales dejan de funcionar? Cuando nuestra vida llega a su fin, ¿nos extinguimos totalmente como la llama de una vela al soplarle? Esa es la creencia común. Pero no es lo que la Biblia enseña. Hebreos 9:27 declara que está determinado que «los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio.»
Si hemos recibido a Jesús como Salvador de nuestros pecados, no tenemos que temer enfrentarle. Entraremos en una comunión bendita con Dios por toda la eternidad, por cuanto estaremos «ausentes del cuerpo y habitaremos con el Señor» (2 Corintios 5:8).
Jesús les enseñó a Sus discípulos: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás» (Juan 11:25–26).
El mensaje de Jesús en la Palabra de Dios da esperanza cuando enfrentamos nuestra propia muerte o la muerte de alguien que amamos. Él promete que entraremos a nuestro hogar celestial y estaremos con Él para siempre. Podemos contar con Su palabra.
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