La película Salvando al Soldado Ryan, aunque perturbadoramente gráfica, narra la apasionante historia de una brigada de rescate de la Segunda Guerra Mundial enviada para poner a un soldado a salvo. Uno por uno, los miembros de la brigada mueren sacrificandose por la vida del Soldado James Ryan. Finalmente, herido mortalmente y próximo a morir, el jefe de la brigada hace que el joven James se le acerque y simplemente le dice: «Hazte merecedor de esto». Varios hombres habían dado su vida por salvar al Soldado Ryan, y él tenía que adoptar el sentido de endeudamiento que engendraría semejante sacrificio. Ryan le debía su vida a aquellos que lo habían rescatado.
De manera similar, Pablo se sentía en deuda. Cristo se había sacrificado a Sí mismo para pagar por sus pecados y librarle del juicio y la muerte. ¿La respuesta de Pablo? «A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.» (Romanos 1:14). ¿Por qué estaba en deuda con ellos? Los griegos y los no griegos no habían muerto por él, así como tampoco los sabios y los insensatos. Pero Cristo sí lo había hecho. El sacrificio del Hijo de Dios a su favor fue algo tan abrumador para Pablo que él sentía que estaba en deuda con todos para asegurarse que escucharan del amor redentor de Dios. Su sentido de endeudamiento con Cristo le hizo deudor para con todos lo que necesitaban al Salvador.
No podemos ganarnos el regalo del amor de Dios, pero tenemos una obligación de compartirlo con aquellos que necesitan de Él.
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