El Jueves 19 de Septiembre de 1985, un fenómeno sismológico se suscitó a las 7:19 a.m. con una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter, cuya duración aproximada fue de poco más de dos minutos, superando en intensidad y en daños al terremoto registrado el 28 de julio de 1957 también en la Ciudad de México.
El gobierno reportó el fallecimiento de entre 6 y 7 mil personas e incluso llegó a suponer que la suma final fue de 10 mil. Sin embargo, años después con la apertura de información de varias fuentes el registro aproximado se calculó en 35 mil muertos aunque hay fuentes que aseguran que la cifra rebasó los 40 mil muertos.
El filósofo danés del siglo 19, Soren Kierkegaard, dice que su mundo se estremeció cuando su padre, quien era religioso, le dijo que había maldecido a Dios por el mal trato que estaba recibiendo de los demás. Las acciones de su padre sacudieron tanto a Soren que llamó al evento <<El gran terremoto >> Durante el resto de su vida, se preguntó si su familia había sido maldecida por Dios por las acciones de su padre.
Nosotros también hemos tenido o posiblemente tendremos “terremotos” en nuestras vidas. Pero es consolador saber que bajo la peor de las circunstancias, nuestra fe en Dios puede sostenernos firmemente y de hecho lo hará. Después de todo, “El mundo entero está en Sus manos” y eso significa “Él nos tiene a ti y a mí, hermano y hermana, en Sus manos.”
Ninguna persona, ni ningún desastre, pueden arrebatarnos de las manos de nuestro Padre celestial (Juan 10:28-29). Su sostén nos mantendrá para llevarnos a toda la eternidad.
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