Durante la temporada de Navidad de 1879, un periodista agnóstico en Boston vio a tres niñitas de pie delante de la vitrina de una tienda llena de juguetes. Una de ellas era ciega. Él escuchó a las otras dos describirle los juguetes a su amiga. El hombre nunca había considerado lo difícil que era explicarle a alguien carente de vista cómo es que algo se ve. Ese incidente se convirtió en la base para una historia en el periódico.
Dos semanas después, el periodista asistió a una reunión celebrada por Dwight L. Moody. Su propósito era atrapar al evangelista en alguna inconsistencia. Quedó sorprendido cuando Moody usó su historia acerca de las niñas para ilustrar una verdad. «Así como la niña ciega no podía visualizar los juguetes», dijo Moody, «una persona no salva no puede ver a Cristo en toda Su gloria.»
Esa primera Navidad, sólo unas cuantas personas comprendieron quién era Jesús en realidad. Muchos escucharon el informe de los pastores y quedaron asombrados, pero no consideraron al bebé en el pesebre como el Hijo de Dios.
Hoy, multitudes no están al tanto de la verdadera identidad de Jesús porque están espiritualmente ciegas. Si esto te describe a ti, pídele a Dios que abra tus ojos. Cree que el Señor de la gloria murió por tus pecados. Luego confía en Él. Tus ojos serán abiertos, y reconocerás quién es Él en realidad.
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