Una niñita estaba siendo disciplinada por su mal comportamiento, y sus padres estaban haciéndola cenar sola en un rincón de la habitación. No le prestaron atención hasta que la escucharon orar parte del Salmo 23: «Gracias Señor, por preparar mesa delante de mí en presencia de mis enemigos».
Una linda historia, pero a veces podemos sentir como nuestras familias son nuestros enemigos cuando no son exactamente lo que “queremos” que sean. Incluso nuestra familia espiritual en la iglesia nos defrauda ocasionalmente. Pero por cambiar nuestro enfoque, podemos aprender a renunciar a la ingenua idea de que los demás siempre satisfarán nuestras elevadas expectativas.
En vez de centrarnos en los demás, podemos encontrar esperanza en la verdad de que cada uno de nosotros es hijo de Dios por medio de la fe en Jesús (1 Pedro 2:10). El nos ha elegido y nos ha hecho «pueblo adquirido para posesión de Dios» (v. 9). El Señor nos ha hecho parte de Su familia, y podemos estar seguros que nuestra relación con El nunca se romperá. El nunca nos tratara como a un enemigo.
Cuando los demás nos defraudan, en vez de ceder al desaliento, cambiemos nuestro enfoque y recordemos que quienes hemos puesto nuestra fe en Jesús somos hijos de Dios, apreciados y amados por El.
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