En El León, la Bruja, y el Ropero, Edmund fácilmente fue conquistado por la malvada bruja blanca, llevándolo al lado de las tinieblas. El método que ella utilizó fue sencillo: apeló al amor de él por las golosinas, así como también por su sed de posición y venganza. La delicia turca que le ofreció fue deliciosa(es un pequeño dulce hecho a base azúcar y aromatizado con agua de rosas o con limón. Tiene una textura suave, parecida a una gomita blandita. Se suele comer en forma de pequeños cubos que se espolvorean con azúcar glass), y lo dejó ansiando aún más. Tan grande fue su atractivo que llevó a Edmundo a traicionar a su hermano y hermanas.
Los apetitos por el mundo y la carne son herramientas poderosas y adictivas del diablo. Él apela a nuestro amor por lo que satisface nuestros deseos egoístas y pecaminosos y lo utiliza para tentarnos, controlarnos, desalentarnos, derrotarnos, y destruirnos. Ansiamos poder, dinero, comida, alcohol, ropa o sexo, aun cuando estamos en peligro de sacrificar a nuestros amigos, nuestros seres amados, e incluso nuestra relación con nuestro Salvador con tal de satisfacer nuestros deseos.
¿Cómo podemos resistir las tentaciones de Satanás? Pablo dijo, « Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.» (Gálatas 5:16). También escribió, « vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.» (Romanos 13:14). Y Juan dijo, «no améis al mundo ni las cosas que están en el mundo» (1 Juan 2:15).
Vístete del Señor y camina en el Espíritu. Esa es la manera de romper el poder del síndrome de la delicia turca.
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