domingo, 24 de enero de 2010
LO INEVITABLE
La alabanza sonaba dentro de casa. Las hojas de los mangos caían fuera. Al atrapar una ráfaga de viento, una de las hojas de mango voló brevemente hacia arriba mientras yo escuchaba la frase «¡Resucitó!» Sin embargo, hacia el final de la alabanza, la hoja había caído a tierra. La gravedad había vencido al viento.
Más tarde escuché a tres mujeres de edad madura conversar acerca de dietas, ejercicio, estiramientos faciales, y otros esfuerzos por desafiar a los años. Al igual que la hoja, ellas estaban tratando de evitar que la gravedad las llevase hacia lo inevitable.
Su conversación me recuerda a las buenas obras que hacen las personas para tratar de salvarse de la muerte espiritual. Pero así como las hojas no pueden evitar caer y las personas no pueden evitar envejecer, nadie puede trabajar lo suficientemente duro como para evitar la consecuencia del pecado, la cual es la muerte (Romanos 6:23).
En la crucifixión, los que se burlaban de Jesús lo desafiaron a que se salvara a Sí mismo. Pero Él puso Su vida en las manos de Dios y Dios le devolvió, no sólo Su propia vida, sino las nuestras también.
Para recibir la salvación, nosotros también debemos simplemente poner nuestras vidas en las manos de Dios, porque, si el Espíritu de Aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en nosotros, Éste también nos dará vida (Romanos 8:11).
Las fuerzas del pecado desde afuera no pueden vencer la vida de Cristo que está dentro de nosotros.
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