Seis pistoleros armados irrumpieron en las cajas de depósitos en un banco de Londres y robaron objetos de valor por más de $7 millones. Una mujer, cuyas joyas habían sido tasadas en $500,000 se lamentó: «Todo lo que tenía estaba allí. Mi vida entera estaba en esa caja».
Algunas personas han corrido riesgos tontos para aferrarse a sus riquezas. Han muerto al lanzarse dentro de casas en llamas o los asesinaron porque tercamente se resistieron ante ladrones armados. Aparentemente, creían que la vida no valdría la pena sin sus posesiones materiales. Otras, al perder su riqueza, cayeron en la desesperación, incluso al punto del suicidio.
El mayor de los peligros al identificarnos demasiado con nuestras posesiones radica en el área espiritual de la vida. Un apego malsano a las cosas materiales puede llevar a una persona no cristiana a rechazar a Cristo y puede impedir también que un creyente viva para Él. La historia del joven rico ilustra convincentemente esta verdad. Las palabras de Jesús «No podéis servir a Dios y [al dinero]» (Mateo 6:24) ciertamente se aplican a todos nosotros.
Mantén una gran distancia entre tu persona y tus posesiones. Te evitará muchos sufrimientos. Si no eres un creyente en Cristo, no cometas el error del joven rico. Te costará tu alma.
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